Victoria del Real Madrid frente al PSG, clasificación para octavos de Champions, el liderato de grupo prácticamente asegurado... Y sin embargo esta crónica no puede ser triunfalista. Ni moderadamente optimista. Ni siquiera busca esa centralidad tan de moda y que no existe. Tres puntos y gracias. Muchas gracias.
El partido fue un sufrimiento continuo para el aficionado madridista, que tuvo que ver cómo sangraba Isco en el minuto 10 y cómo se marchaba lesionado Marcelo en el 30'. Los dos artistas más imprevisibles del escenario. Pues vaya. Tampoco ayudaba al espectáculo la lesión de Verratti en el bando parisino dentro de una primera media hora llena de interrupciones y sin fútbol.
El despiste llegó al gol también. Si alguien comprende la jugada entera que la explique. Kroos chutó, el balón rebotó en la defensa y parecía perderse por la línea de fondo... hasta que apareció la bota izquierda de Nacho, que golpeó la bola para sorpresa de un Trapp que se había ido a por pipas, palomitas o vaya a saber, que cada vez venden cosas más raras en los estadios de fútbol.
La cosa es que la bola entró, para premio de un Nacho que llevaba dos minutos en el campo. El central de vocación y lateral por obligación volvió a hacer un trabajo fino, perfecto, de trabajo, adornado con un tanto bastante raro pero inolvidable. Entre tanto apellido ilustre triunfó un Fernández. Entre tantos millones, un canterano. Un acto poético entre tanta prosa gris que escribir del partido
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